miércoles, 19 de octubre de 2011

El londres de 1880

Era finales del siglo XIX, Jack el Destripador iba limpiando las calles de sucias prostitutas, y Conan Doyle se hacía famoso con el más grande de los detectives de todos los tiempos. Podíamos decir que estábamos entrando en una etapa de progreso y bienestar y las calles londinenses como nunca se encontraban claras y llenas de luz.  
Londres es la capital de Inglaterra y del Reino Unido. Situada a orillas del río Támesis en el sureste de la isla de Gran Bretaña su establecimiento se data más de dos milenios atrás, fue fundada alrededor del año 43 por los romanos con el nombre de Londinium (“fuerte del lago” en bretón) sobre una antigua ciudad celta.

La Época Victoriana tuvo lugar en 1837 con el coronamiento de la reina Victoria. Estamos en la Primera Revolución Industrial debida a que hubo un proceso de crecimiento (y emigración irlandeses y judíos de Europa Oriental, especialmente), su población se duplicó a lo largo del siglo XVIII de 5 a 10 millones, las causas, fueron el aumento de producción de alimentos, una mejora en la medicina, y la higiene.
Cuando Victoria ascendió al trono, Inglaterra era esencialmente agraria y rural.
La primera etapa del reinado, fue acompañado por tifus y cólera, numerosos fallos de producción y colapsos económicos.
En esta época, el hombre comienza una nueva visión del mundo con las teorías de Darwin, que hace al ser huma replanteárselo todo.

A medida que el país crecía, cada vez más conectado mediante la expansiva red de ferrocarril, las pequeñas comunidades, antes aisladas, quedaron expuestas y economías enteras se trasladaron a las ciudades, ahora más accesibles.
Londres también sufrió una serie de cambios sociales, como el renacimiento de la doctrina evang, al mismo tiempo que una serie de cambios legales en los derechos de la mujer. Aunque carecían del derecho al sufragio durante la Época Victoriana, ganaron el derecho a la propiedad después del matrimonio a través del “Acta de Propiedad de las Mujeres Casadas”, el derecho a divorciarse y el derecho a pelear por la custodia de sus hijos tras separarse de sus maridos.


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